“Demasiado nunca,
demasiado no
para tantas almas,
para tantos sueños,
demasiado no
para tantas almas,
para tantos sueños,
para tanto amor.”
Regresé ondeando un par de banderas,
atravesé más de un puente, me olvidé de las gaviotas y bailé como
persiguiendo la estela de una estrella fugaz. Pero es verdad, no
puede estar quieta la felicidad; es como el viento, es como el fuego,
es como el mar. Saludé con adiós la imagen de aquella niña que le
susurraba a los muñequitos guatemaltecos los mismos deseos que
reconocían el cielo, los números repetidos en los relojes, las
monedas en las fuentes, mil sueños, tu nombre, las flores...
Exactamente un año atrás, en la más
inverosímil y prometedora de mis noches, fui feliz. Ignoraba todavía
la crueldad del reino, no sabía todavía que no me acordaría nunca de olvidarte, aún no leía sobre esperar sin
esperanza y, por supuesto, no imaginaba que a pesar del tiempo, a pesar del réquiem,
parafraseando lo mismo, a ti te cantaría precisamente lo
contrario. Que me escribas sin avisar, que me digas lo que pasó.
Que quiero verte de nuevo brevemente, que aparezcas sin avisar, que aún no
tengo con tu fantasma.
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